El tabaco es un hábito
extremadamente perjudicial para la salud que continúa estando muy extendido en
la población en general. Supone la primera causa prevenible de muerte prematura
en el mundo y se estima que en el 2020 estará directamente relacionado con
alrededor de 10 millones de muertes, sobre todo en los países de desarrollo.
El mecanismo de acción del tabaco
y sus componentes se da tanto a nivel local como a nivel sistémico. A nivel
local, la boca es la puerta de entrada del humo del tabaco, y, por lo tanto,
éste es un irritante directo de las mucosas orales. Además, la nicotina tiene
efectos directos sobre las encías. A nivel sistémico, el tabaco altera los
mecanismos innatos y adaptados de defensa, además de interferir en múltiples
procesos celulares.
El consumo de tabaco se relaciona
con una larga lista de enfermedades y alteraciones sistémicas. Un claro ejemplo
de esas alteraciones es el retraso en la cicatrización de heridas en la boca,
ya sean producidas de forma accidental o en caso de cirugía periodontal y
extracciones dentarias. Además, fumar puede producir mal aliento, por el olor
en sí del tabaco y por variaciones de la microbiota bacteriana en la boca.
De todas formas, las principales
enfermedades orales asociadas al consumo de tabaco son la enfermedad
periodontal y el cáncer oral.
- Tabaco y enfermedad periodontal
El tabaco es el principal factor
de riesgo ambiental y el segundo factor modificable más importante, después del
control de placa, para el desarrollo de enfermedad periodontal. Uno de los
mecanismos por los que el tabaco favorece su desarrollo parece ser la reducción
y alteración de las defensas inmunológicas frente a los patógenos
periodontales.
La característica típica de la
enfermedad periodontal asociada al tabaco es la destrucción de los tejidos de
soporte de los dientes, con los signos derivados de la pérdida de hueso,
formación de bolsa periodontales y, ocasionalmente, pérdida dental.
El tabaco aumenta de 5 a 20 veces el riesgo de
padecer una enfermedad periodontal en comparación con la población no fumadora.
Este incremento depende del tiempo de exposición al tabaco. La causa puede
estar relacionada tanto con cambios en la microbiota bucal como por fenómenos
vasculares e inflamatorios.
Los fumadores tienen un aumento
de la prevalencia de las enfermedades periodontales. También tienen una mayor prevalencia
de pérdida de dientes.
La mayoría de los estudios
también recogen que los fumadores con periodontitis responden menos
favorablemente a los tratamientos periodontales, tanto quirúrgicos como no
quirúrgicos, y se desaconsejan cirugías de tipo regenerativo y mucogingival.
Los estudios realizados a largo
plazo han demostrado que los fumadores tienen una mayor probabilidad de
presentar recidivas de enfermedad periodontal durante los periodos de
mantenimiento periodontal, siendo los fumadores de más de 10 cigarrillos al día
los que tienen una peor progresión de la enfermedad.
Además, los fumadores tienen más
riesgo de sufrir complicaciones con los implantes dentales, tanto a corto como
a largo plazo.
El tabaco en sus diferentes
formas y usos es, junto con la ingestión de alcohol y ciertas deficiencias
nutricionales de algunos micronutrientes, la principal causa de cáncer oral.
Los estudios han demostrado que
el riesgo de padecer cáncer oral en fumadores supera de tres a cinco veces a
los no fumadores, que el efecto es dosis-dependiente y que esto se multiplica
de forma dramática junto con la ingestión de alcohol.
Las lesiones que podemos
encontrar en la boca y que tienen mayor riesgo de malignizarse, son las
leucoplasias, descritas como placas blanquecinas que no pueden desprenderse por
raspado, forman parte del epitelio y están en crecimiento. Se atribuyen
principalmente al tabaco y son precursoras de cáncer oral en un 10% de los
casos, aproximadamente.
En definitiva, hay que pensar que
la boca es especialmente susceptible al tabaco y que el riesgo de padecer
enfermedades tan limitantes como la periodontitis, o incluso mortales como el
cáncer oral, se multiplica muchísimo en fumadores. Así, el papel del
profesional sanitario es clave a la hora de motivar a los fumadores para
reducir o abandonar definitivamente el tabaco.
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