En las dos últimas décadas se ha hecho un sobresaliente esfuerzo científico, investigador y clínico para tratar de demostrar la fuerte vinculación bidireccional que existe entre la salud bucal y el resto del cuerpo.
Una boca sana contiene millones de bacterias, depósitos salivales y residuos de comida que crecen en la superficie dental, en las encías y en la lengua. Estas bacterias, con el tiempo, pueden unirse y multiplicarse, formando colonias de bacterias que acaban produciendo la conocida placa bacteriana.
En principio este fenómeno no resulta una amenaza para el organismo, pero sí que posibilita la activación de células inflamatorias por parte del sistema inmunológico, con objetivo de hacer frente a esta agresión externa.
Paralelamente muchas de las bacterias presentes en la boca pueden interactuar con la sangre debido a la presencia de úlceras en la cara interna de la encía. Con ciertos estímulos (como el cepillado dental o ingerir ciertos alimentos) se permite el desprendimiento de las bacterias de la placa, su paso a la sangre y, de esta forma, viajan a través de todo el organismo. La semilla para originar nuevas enfermedades se desplaza por el sistema circulatorio en busca de un nuevo asiento para iniciar su acción patológica.
Clínica dental Maestro
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